ELISA ÁLVAREZ / SANTIAGO – LA VOZ DE GALICIA 22/10/2018
La epidemia del alzhéimer es imparable. Los estudios más conservadores cifran en medio millón las personas afectadas en España , pero lo más preocupante es su evolución. Cada dos décadas se duplica el número de enfermos . De ahí que sean pocos todos los esfuerzos al enfrentarse a dos grandes retos: el diagnóstico y el tratamiento. De momento, este último está siendo el principal caballo de batalla, ya que no hay fármacos que luchen contra la biología de la enfermedad, solo para los síntomas . Sí está habiendo más avances para facilitar el diagnóstico, y algunos de la mano de científicos y compañías españoles, como un test que permite detectar un factor de riesgo en el desarrollo del alzhéimer.
Esta enfermedad tiene factores modificables, como son la diabetes, la reserva cognitiva o incluso el sedentarismo, pero hay otros no modificables. Por ejemplo la presencia de la apolipoproteína ApoE4. «Se están buscando otro tipo de factores en estudios genéticos, pero el que ha salido claramente relacionado con el alzhéimer es la ApoE4, todos los demás palidecen a su lado», explica el neurólogo del hospital Ramón y Cajal de Madrid Guillermo García Ribas. Pero, insiste, es un factor de riesgo, no un diagnóstico. Es decir, que una persona tenga la ApoE4 no quiere decir que vaya a tener alzhéimer: «Sería como decir que una persona que fuma va a tener un cáncer de pulmón; solo es un factor de riesgo».
Hoy en día los hospitales apenas realizan pruebas para determinar la presencia de esta alipoproteína en las personas que presentan síntomas, porque para ello se necesita una determinación genética, es decir, analizar el ADN, lo que es un proceso laborioso y relativamente costoso. Biocross, una compañía que nació hace más de un decenio como una spin off del CSIC, participada por CRB Inverbío, ha desarrollado un test para determinar la presencia de esta ApoE4, pero sin necesidad de utilizar el método genético. Lo hacen con un análisis de sangre que se adapta a cualquier analizador de bioquímica clínica, disponible en todos los hospitales y a un coste mucho más bajo.
¿Cuándo se utiliza?
La determinación de este factor de riesgo en ningún caso sería una prueba aplicable a la población en general. «No tiene ningún sentido, alguien puede tener esta modificación y jamás desarrollar la enfermedad. El proceso es a la inversa: si hay síntomas que nos hacen sospechar y además se constata este factor genético, es un apoyo en los casos de más difícil diagnóstico», explica García Ribas.
Porque un problema de estas enfermedades neurodegenerativas es que no se pueden diagnosticar en vida. Solo cuando el paciente fallece, si dona su cerebro, un análisis microscópico puede confirmar esta patología. Por lo tanto, los clínicos actúan en base a unos criterios diagnósticos, síntomas y maneras de comportarse para poner nombre al alzhéimer. No siempre es sencillo. Sí lo es en ocasiones, cuando los síntomas son muy claros y la enfermedad se presenta en la consulta ya en un estadio muy avanzado. Pero ¿qué ocurre con una persona de 60 años que ha tenido un historial psiquiátrico, se ha dado un golpe en la cabeza o tiene una adicción y comienza a perder facultades?
Las pruebas de imagen que se realizan, como la resonancia o el PET, sirven para descartar que no haya causas diferentes que expliquen los síntomas, pero no para diagnosticar. «Con esta nueva prueba, que es accesible y rápida, no como el proceso genético, que es costoso y lento, tienes una herramienta que ayuda en casos de pacientes en los que el diagnóstico inicial es más complejo», apunta el neurólogo.
El test de la compañía biotecnológica estará disponible en los primeros meses de principios del 2019 y el objetivo es implantarlo no solo en la práctica clínica española, sino en otros países europeos y del resto del mundo, ya que se trata de una tecnología novedosa. Podría utilizarse en el 15 % de los casos -los de más difícil diagnóstico- y evita un proceso genético. «Es una prueba que podría estar en breve en los hospitales porque hay mucha tecnología bioquímica, por lo que es muy fácil de implantar y nos facilita una información muy sensible en un porcentaje no despreciable de casos», apunta García Ribas, del Ramón y Cajal.
Mejorar el diagnóstico es clave, pero el camino más lento está siendo el del tratamiento. Todos los especialistas admiten que el alzhéimer es una enfermedad muy complicada. «Y hemos empezado la casa por el tejado, esperando a que el paciente fallezca para poder investigar», explica este neurólogo. Desde hace diez o quince años los proyectos pasan por buscar más factores de riesgo genéticos, marcadores degenerativos. Es un camino lento, pero se están dando los pasos adecuados. «Crecemos en el diagnóstico, pero nos falta la pata del tratamiento, en donde no hay avances, pero eso no quiere decir que vayamos a esperar: tenemos que seguir trabajando también en el diagnóstico, porque sin él será difícil tener un tratamiento», concluye.